15 ene 2015

LA CIUDADANÍA TIENE LAS HERRAMIENTAS PARA LA CORRECTA IMPLEMENTACIÓN DE LAS LEYES 26.657 Y 26.378. FALTA EDUCACIÓN PARTICIPATIVA Y EDUCACIÓN SOBRE LA LOCURA.



"-¿Qué herramientas tiene la ciudadanía o se pueden 
desarrollar para controlar la correcta implementación de la
 ley?

-Antes de que se sancionara la ley, incluimos en el proyecto a un ente de control ciudadano y ese punto no se incorporó a la normativa sancionada. Nos parece que es necesario reformular la ley y crear un órgano de revisión. También estamos proponiendo que en todos los contextos de encierro se prevea un mecanismo de prevención de la tortura, como está contemplado a escala nacional. Aun así, siempre es necesaria una ciudadanía activa que esté dispuesta a mirar tras los muros. Se pueden generar controles institucionales, pero si no hay una ciudadanía comprometida es difícil avanzar en la ampliación de los derechos y en el control de la política pública."
De la nota:“Si no hay una ciudadanía comprometida es difícil avanzar en la ampliación de derechos”
Seguí diariamente los movimientos generados por una medida arbitraria del gobierno cordobés que finalmente dio marcha atrás.
En la nota parece desconocerse que la LNSM 26.657 indica la creación de Órganos de Revisión de Cumplimiento de la Ley en todas las provincias y las adecuaciones a las leyes provinciales, Pero entiendo que ya está enunciado que se deben crear los respectivos OR.
Es muy difícil decir si no se está en el territorio (digo eso y no que es fácil decir con desconocimiento), los medios de comunicación actuales y las redes sociales permitieron que aquél o aquella interesada en saber tuviera los elementos: los videos sobre el manicomio de Bll Ville y otros mencionados en la nota provocan en mí una reflexión ya compartida: 
Un informe es poco hacer ante tanta inhumanidad. 
He tomado hace unos días el ejemplo de una "cadena" de clínicas-hospitales psiquiátricos de California cuyos trabajadores tras muchas denuncias realizan un PARO DE UNA SEMANA por falta de personal para la atención digna de los pacientes y no estoy diciendo con esto que sean buenas sus clínicas ni su clínica. 
Digo que hay instancias donde el profesional como ser humano no puede continuar presenciando actos de tortura declamando los derechos humanos de las personas que asiste. 
Hay una gran contradicción entre esos prolijos informes y la praxis. 
Sin querer caer en un lugar común, no es posible hacer intervenciones terapéuticas a personas sujetos de derechos cuyas vidas están arrasadas por la práctica manicomial. 
Lejos de desconocer los cambios que se fueron gestando en el campo de la salud y de la salud mental en especial, también está el proceso de des-investir el concepto de trabajador y poder llevar adelante luchas conjuntas no solamente por una situación injusta y reacción corporativa, sino poder generar acciones concretas para no ser observadores pasivos dentro del manicomio. 
Lugar de entrenamiento y aprendizaje que posibilita y habilita a otros lugares dentro de la esfera académica para decir y denunciar pero no hacer en consecuencia. Como dijo una psicóloga de una importante asociación y con gran trayectoria en la externación de pacientes de un manicomio de la Pcia. de Buenos Aires: "nosotros tenemos un techo, somos parte" y también, agrego yo, reflexionando sobre el título de la nota, los profesionales trabajadores de la salud mental son ciudadanos para actuar en consecuencia con sus propios dichos.
Respetando la CDPD que cuenta con jerarquía constitucional, señalo:
Artículo 29 Participación en la vida política y pública
ii) La constitución de organizaciones de personas con discapacidad que representen a estas personas a nivel internacional, nacional, regional y local, y su incorporación a dichas organizaciones.
No conozco profesionales que insten a la formación de asociaciones de usuarios autónomas, la CDPD no está diciendo dispositivos comunitarios ni otras formas de asociación coordinada o dirigida por profesionales.
La experiencia vivencial de los usuarios es un motor que no se amedrenta ante la falta de presupuesto que es obscena. Solamente necesitan que se los informe y se les deje hacer y no se los intimide en sus potencialidades en nombre de la enfermedad. 
Pero para eso, hace falta una discusión muy profunda porque la pérdida de sentido del derecho nos atraviesa como sociedad como consecuencia de las políticas terroristas del estado durante la dictadura, trauma del que no está eximido ningún habitante.
Hace años, tal vez diez, Tato Pavlovsky decía en una conferencia que el tema de los Derechos Humanos según una estadística que iba construyendo día a día en el boca a boca con las personas que intercambiaba diálogos en el cotidiano del barrio y otros, suponía que solamente un millón de argentinos estaban seriamente comprometidos con el tema.
El 29 de diciembre del 2005, en el primer encuentro de lo que fue el MOVIMIENTO DE DESMANICOMIALIZACIÓN Y TRANSFORMACIÓN INSTITUCIONAL,  parido en el CONGRESO DE SALUD MENTAL Y DERECHOS HUMANOS de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Armando Bauleo proponía una tarea inicial: definir salud mental en Argentina en ese momento histórico.  
Ängel Fiasché enfervorizado denunciaba las prácticas legitimadas en los manicomios, desde el robo de la comida amparado por cómplices trabajadores, al cáncer de útero en la mujeres del Moyano como causa de muertes que se podían prevenir, el sometimiento a pruebas con medicamentos... 
Hebe fue la primera en hablar, sólo estuvo presente unos minutos y dijo: la casa es de ustedes, el trabajo es de ustedes, las Madres fuimos a buscar a nuestros hijos a los manicomios y nos encontramos con seres con los ojos sin vida... (más adelante, en una conferencia diría: -sueño con un Congreso lleno de usuarios, hay muchos profesionales...)
y éramos muchos y de todas partes... estábamos felices y así comenzaron los encuentros que se sucedían uno a otro con entusiasmo al principio y con una tristeza infinita el último día sin haber logrado llevar a cabo una sola acción por los usuarios y siendo frecuentemente el discurso predominante el que atendía a la situación de profesionales y trabajadores de la salud mental  así como también cuestiones presupuestarias de la C,A,B,A.. el hasta hoy incumplimiento de la Ley 448 se trabajó en el borrador de la actual Ley Nacional de Salud Mental que por ese entonces presentó Leonardo Gorbacz en una de las asambleas.

En lo personal, recuperé la alegría de la militancia y aprendí mucho... muchísimo. 

Aprendí en una Asamblea realizada en el Borda, con la presencia de los compañeros de Trieste, que decían que nuestra discusión les recordaba los tiempos con Basaglia y su propia lucha, que un psiquiatra o una psiquiatra puede decir indignada/o que: 
-en tanto sigamos de este modo los pacientes siguen internados!!!  
y que la misma persona puede tener una mirada hacia el usuario como un diferente a pesar de todos sus decires y buenos haceres sosteniendo "buenas prácticas tutelares". Un diferente en el sentido negativo de la palabra, no como que todos somos real y absolutamente diferentes y únicos.

Durante esos años se aprobó la Ley se Salud Mental de la Pcia. de Santa Fé.  Brillante. El equipo interdisciplinario está integrado también con un abogado.  Tengo una impresión acerca del ninguneo del movimiento de desmanicomialización en esa provincia: es un movimiento de abajo, devenir de los trabajadores y profesionales en inquietas humanidad horrorizadas ante el horror que presenciaban.

También de ellos aprendí.

Por eso me cuesta tanto la situación de Córdoba, que la LNSM siga siendo nueva, que se desconozca profundamente la CDPD y a pesar de lo que me cuesta... creo que comprendo.

Aprendí de un psiquiatra de Córdoba que él escapaba de la psiquiatría y que trabajaba en lugares donde solamente los usuarios lo encontraban y la primera vez que hablé en el Movimiento, despues que una cuantas Asambleas habían pasado y era la única usuaria, cuando comencé a hablar me costaba y escucho por lo bajo: respire profundo compañera, y ese psiquiatra me habilitó a decir y hacer, así, en medio de una asamblea sin saber quién era él y sin saber él que sus palabras perduran todavía y me enseñaron a distinguir cuando miro al bueno tan lejos del malo, 

Siguiendo algunas de sus enseñanzas fui hospedada en la casa de una usuaria en la ciudad de Córdoba para asistir al acto en el ex centro de detención La Perla, bajo la lluvia, junto a la Madres y escuchar al presidente Néstor kirchner denunciar una justicia que tapaba.
Como tapa ahora esas violaciones cotidianas a los Derechos Humanos de los usuarios.
Un informe es mucho hacer cuando el informe del OR se opone abiertamente al electroshock y reivindica la Ley, la CDPD y es capaz de trasladar a todos los pacientes de una clínica psiquiatrica por estar viviendo en condiciones degradantes e infrahumanas. No se limita a la palabra.  Hay acciones concretas que lo tornan referente ineludible.

La nota que inspiró todas estas palabras escritas al galope de mi corazón emocionado por los recuerdos contrapuestos por lo que para mí sigue siendo inexplicable, aunque crea entenderlo, se encuentra en el enlace que pego a continuación.

Y agradeciendo estar viva después de haber tragado muchas pastillas al sentir que me habían soltado la mano al  recibir la visita de una ambulancia y la policía con una orden de internación forzada, porque ahora, seis meses después, externada, las injusticias continúan y por haber usado palabras de Violeta Parra, incluyo un enlace a la entrañable voz de Mercedes Sosa haciendo honor a la poeta y cantante chilena que se suicidó a los 49 años.











Liberación versus liberación - ¿Liberación?

Sin palabras para comentar o decir algo que no haya sido dicho con excelencia de humano pensamiento.  Tomarse el tiempo necesario para leer y pensar en aquello de lo que no se puede decir todo por el monto de horror. 


Dos Contratapas de Página12 que no quiero dejar de tener a mano para repensar una y mil veces la profundidad de los pensamientos vertidos en ellas.


1)

Liberación versus liberación

 Por Daniel Goldman*
Mientras los lingüistas dedicarán sus horas a disputarse conclusiones alrededor del antiguo argumento socrático argüido por los griegos sobre si la palabra simboliza o no al objeto (debate del que Borges se nutre para escribir su soneto “El Golem”), paralelamente, con la simple autoridad que le otorga su propia historia, un sobreviviente de la Shoá desarticula el altercado intelectual alegando la ausencia de vocablo que constituya representatividad en las experiencias inefables. Hace dos años, a través de este diario, tenía derecho y razón (ambas cosas) mi querido Jack Fuchs, víctima del campo de exterminio, de cuestionar el uso del término “liberación” para definir lo acontecido hace 70 años atrás en Auschwitz (http://www.pagina12.com.ar/ diario/contratapa/13-186073-2012-01-24. html).
La imagen que me imprime la liberación de Auschwitz se vincula al ingreso de las tropas del Ejército Rojo al campo. Convencionalmente llamamos a eso liberación. Pero la denuncia que concibe Jack en forma de grito susurrante, exige seguir ahondando en su preocupación, ya que el reduccionismo al que nos somete la trama compuesta por la imagen y el lenguaje, acaba desvirtuando de manera absoluta el insondable drama que contiene el propio horror. Porque en términos existenciales ¿es posible liberarse de esa atrocidad? Y añado que hasta me parece injurioso recurrir al mismo término que los perpetradores usaron en el cartel de ingreso al campo de exterminio: “Arbeit macht frei”, “El trabajo libera”. Liberación versus liberación ¿cuál de las dos tiene el derecho de portar la mayúscula? ¿Cuál de las dos emancipa a la otra? ¿Cuál de las dos no representa lo apócrifo?
Definitivamente la palabra es peligrosa. Porque nos amolda, nos acomoda, nos apacigua. Nos disuade de la acción, nos adapta al statu quo y nos licencia del escándalo y del pensamiento. Y, sin más, permite seguir montando genocidios, si total es posible “liberarse”.
Suena lindo liberar. Pero ¿no será que con la palabra, con el término corto y tajante, nos independizamos de toda atrocidad en la que nos vemos involucrados y de la que somos responsables? Si hay algo que nos conmina y nos interpela, ello no es la palabra. La demanda ética de Theodor Adorno al decir que no puede escribirse poesía después de Auschwitz toca sensiblemente en el centro de la herida a la que el hombre no encuentra cómo cauterizarla. Porque Auschwitz es la ausencia de metáfora. Y la expresión “liberación” es metáfora. Banal, superficial y humillante.
En oposición a la inmediatez de la palabra liberación, la profundidad se encuentra inmersa en el testimonio, como versión enfrentada a una compactación telegráfica. El testimonio articula la experiencia despojando todo tipo de sutilezas, porque la comprensión de la certeza en ese agujero negro no permite ambigüedades. Es necesario, sin ambages, quitar los velos y desnudar la bestialidad. En el saber del temblor y el espanto, se precisa, por ejemplo, detenerse ante la fría y meticulosa declaración técnica de Rudolf Höss, comandante de Auschwitz, testimonio altamente revelador por estar desprovisto de toda emoción: “Se llevaba a la gente a las cámaras de exterminio. En el último momento cuando las cámaras estaban llenas, los internos que trabajaban para nosotros se escabullían, se cerraban las puertas herméticamente y se lanzaba el gas Zyklon-B a través de unas pequeñas aberturas. A veces se producían escenas de pánico, pero en general, todo marchaba sobre ruedas... Entraban de a 200, todos apretados... el tiempo que podía llevar dependía del clima, del viento, de la temperatura... la efectividad del gas no era siempre la misma... Normalmente se tardaba de 3 a 15 minutos en aniquilar a toda la gente, es decir, en que no quedasen signos de vida... Desde principios de 1942 se recibieron órdenes de instancias superiores de extraer los dientes de oro una vez que se sacaban los cuerpos de las cámaras de gas, para enviarlos al departamento de Finanzas... Después, para quemar los cuerpos alternábamos capas de madera con capas de cadáveres. En 24 horas se podía incinerar a 2000 personas en los cinco hornos”. Esta escena se desarrollaba de manera rutinaria, noche y día, en uno de los terrenos centrales de Auschwitz. Si estas frases estremecen y encadenan al simple lector ¿es posible que Jack Fuchs, Sara Rus o David Galante puedan liberarse de esta experiencia? Por eso, para Auschwitz la palabra liberación resulta un término que reviste de una épica del orden de lo petulante, motivado por una carga ideológica que recubre una verdad escondida bajo el manto de un engañoso triunfalismo. No por nada Erich Fromm, testigo agudo de la época, sostuvo que el uso de la palabra libertad se ha transformado en un astuto mecanismo de evasión y de conformidad maquinal que disminuye la capacidad crítica del hombre moderno. Empleamos el término pero no nos hemos liberado. Entonces, es la palabra espejo de nuestra propia derrota en el plano individual, político-social, moral y metafísico. Sin ir muy lejos, hace un mes conocí a un sobreviviente holandés, el rabino Abraham Soetendorp, quien con tres meses de edad sobrevivió escondido en una valija que tenía agujeros para que pudiese respirar. Con más de 73 años sufre de asma. ¿Cómo se lo libera a Soetendorp? Con todo mi respeto, no es con un ejército, ni con plegarias, ni con el psicoanálisis. En el jardín de la barbarie puede contenerse el dolor pero no se libera el sufrimiento, porque ello pertenece a una dimensión existencialmente insondable.
Entonces, ante tan pavoroso panorama ¿qué nos queda? “Es un deber vivir después de Auschwitz”, sostiene Imre Kertesz, el Nobel literato nacido en Budapest y deportado a los 15 años al campo de exterminio. En su decir sabe que no se contradice con Adorno. Respetuosamente se complementa en la tensión de un contrapunto. Y también es consciente de que lo suyo no es escritura de palabras, sino creación de personajes que artesanalmente en su novelística representan la voz testimonial del superviviente. Nuevamente retornamos al valor del testimonio, pero desde otro lugar. Del de la víctima. Para el escritor húngaro, el sobreviviente es un personaje cómico, donde el humor se traduce en carencia de destino. Pero el destino se halla cuando se encuentra un testigo para escucharlo. Entonces el delicado arte de contar la historia produce un encantamiento espiritual que implica bajar a la profundidad del mal para sacar la luz de la conciencia y la memoria del otro. De todos modos eso no es liberación. Aún así tanto Kertesz como Jorge Semprún, que pasó por Buchenwald, sostienen que todo no se puede contar. Por más que otros pretendan liberar, hay algo que está tan adherido que no está permitido dejarlo salir. Tal vez será algún dolor del ya no ser, diría Descartes en un tono de tango. Lo que sí puede decirse, lo agrega Jack Fuchs sin necesidad de devaneos filosóficos sobre la libertad y sin cortapisas: “En enero de 1945, los rusos ocuparon gran parte de Polonia y marcharon hacia Alemania. En el camino se ‘encontraron’ con Auschwitz. Sí, es así. Se toparon con Auschwitz. Encontraron allí 7000 enfermos, discapacitados, que no pudieron ser evacuados por los nazis que, al ver que el ejército ruso se acercaba, intentaron sacar a todos los prisioneros que todavía podían caminar. La mayoría, enferma, desnutrida, no pudo seguir esa marcha, llamada la Marcha de la Muerte. Miles y miles murieron en el camino, no podían caminar y morían o directamente eran fusilados. El 27 de enero se conmemora el momento en el cual los rusos se encontraron con ese panorama”. Para no faltar a la verdad, tan necesaria en esta fecha, deberíamos ser precisos en las palabras sin simplificarlas con una tergiversada “liberación”, afirmando (solo afirmando) que hace 70 años hubo algunas personas que salieron de Auschwitz, siendo que Auschwitz no salió de ellos.
* Rabino.

2)

¿Liberación?

 Por Jack Fuchs *
Desde hace ya unos cuantos años se conmemora la mal llamada “liberación” de Auschwitz el día 27 de enero de 1945. En esencia, Auschwitz existió durante casi cuatro años. En sus principios, se asesinaba a los prisioneros de guerra rusos caídos en manos de los nazis. Esos fueron los primeros experimentos. A ello le siguieron cuatro años durante los cuales llegaban transportes de todas partes de Europa.
Ubicado al sudoeste de Polonia, su lugar de emplazamiento fue elegido por ser una zona poco poblada, de acceso ferroviario y de fácil camuflaje. En 1940 se edificó Auschwitz I, en 1941 Auschwitz II o Birkenau, y en 1942 se habilitó Auschwitz III, fábrica química. Este gigantesco complejo tenía cinco cámaras de gas y una capacidad de exterminar a varios millares de personas diariamente. Durante varios meses de 1942, 1943 y 1945 se gaseaban semanalmente 100.000 personas.
En Auschwitz se asesinó a cerca de un millón de judíos de toda Europa, 75.000 polacos, 21.000 gitanos, 15.000 prisioneros de guerra soviéticos y 15.000 prisioneros de otras nacionalidades.
En enero de 1945, los rusos ocuparon gran parte de Polonia y marcharon hacia Alemania. En el camino se “encontraron” con Auschwitz. Sí, es así. Se toparon con Auschwitz. Encontraron allí 7000 enfermos, discapacitados, que no pudieron ser evacuados por los nazis que, al ver que el ejército ruso se acercaba, intentaron sacar a todos los prisioneros que todavía podían caminar. La mayoría, enferma, desnutrida, no pudo seguir esa marcha, llamada la Marcha de la Muerte. Miles y miles murieron en el camino, no podían caminar y morían o directamente eran fusilados. ¿Qué sucedió durante esos cuatro años?
El 27 de enero se conmemora el momento en el cual los rusos se encontraron con ese panorama. Y lo mismo pasó en otros campos, más tarde. En BergenBelsen, Dachau, Buchenwald, donde encontraron 200.000 presos en la víspera del fin de la guerra. Gran parte de ellos murió en los últimos días antes del fin de la guerra y muchos más murieron después, ya no podían sobrevivir.
En estos días trato de comprender cómo sucedió, cómo se explica tanta indiferencia de aliados y rusos, cuyo objetivo era vencer a la Alemania nazi, ganar la guerra, ignorando por completo las vidas humanas que eran asesinadas día a día. Algunos estaban informados sobre lo que pasaba en Alemania e intentaron influir sobre Churchill y los aliados para que hicieran algo para detener el genocidio provocado por los nazis. Frente a la realidad expuesta por aquellos que intentaron hacer tomar conciencia de lo que ocurría, de aquella otra guerra dentro de la guerra mundial, Churchill respondió que no se trataba de una prioridad. El principal objetivo era ganar la guerra.
Otro ejemplo es el del polaco Jan Karski. En noviembre de 1942 Karski, resistente clandestino, fue enviado como “courier” a Londres, para entrevistarse con autoridades polacas en el exilio, el gobierno de Gran Bretaña y el liderazgo judío mundial. Llevaba, entre otros mensajes, uno para el Papa solicitándole que excomulgara a Hitler y sugiriéndole que tomase medidas con aquellos católicos que participasen en actos de asesinato y barbarie. Nuevamente, la indiferencia fue la respuesta.
El escritor Schmuel “Arthur” Zygelboim, frente a tanta indiferencia, en su carta de despedida enviada antes de suicidarse, en mayo de 1943, dirigida al primer ministro del gobierno polaco en el exilio, en Londres, general Wladyslaw Sikorski, escribe: “No quiero vivir mientras los restos del pueblo judío en Polonia, uno de cuyos representantes soy yo, son asesinados. Mis amigos en el gueto de Varsovia perecieron empuñando las armas en esta última lucha heroica. No fue mi destino morir como ellos, junto con ellos. Pero les pertenezco, a ellos y a sus tumbas colectivas. Con mi muerte quiero expresar mi más enérgica protesta contra la pasividad con que el mundo contempla y permite el exterminio del pueblo judío (...)”.
Ya en 1944, hacia mediados de año, Roma y París, entre otras ciudades, fueron reconquistadas por los aliados, pero la guerra contra los judíos y otras minorías seguía. Auschwitz seguía en plena tarea asesina. En esos días, todavía llegaban diariamente trenes repletos de Hungría, de Checoslovaquia. Los crematorios y las cámaras de gas estaban en pleno funcionamiento. Ni los aliados ni los rusos tomaban alguna decisión al respecto, simplemente ignoraban. Su objetivo era ganar la guerra. Destruir los campos de concentración no figuraba entre las prioridades. Lo fundamental era la conquista.
Existen ciertas reglas al interior de las guerras. Algunos países ajenos al conflicto prestan ayuda a uno u otro rival. Sin embargo, me parece que cuando ocurren guerras civiles, guerras al interior de una misma nación, no hay ninguna intervención para buscar evitar las matanzas. Parece que el mundo no ha cambiado en nada. Todas las guerras llamadas hoy “primaveras” de los países árabes, todas las guerras civiles que siguen ocurriendo, suceden frente a la observación del resto del mundo. Hay imponentes conferencias, protestas, condenas pero las matanzas en el seno de estos pueblos siguen. Todo sigue. Las protestas en distintos lugares del mundo son como compresas a un enfermo terminal de cáncer. Es trágico. Algunos pensábamos que después de la Segunda Guerra Mundial y las consecuencias de Auschwitz e Hiroshima algo iba a cambiar. Aparentemente, no hemos aprendido nada. La lucha del hombre contra el hombre sigue, y cualquier excusa para matar es válida. Los avances de la ciencia y la tecnología permiten mejorar nuestra calidad de vida –en realidad, la de un ínfimo porcentaje de la población mundial– pero, paralelamente, hay avances utilizados por personas que piensan, día y noche, en cómo destruir el mundo.
El gran problema parece ser que la voluntad de hacer el “bien” toma rasgos pacíficos –es lógico–, y sus acciones nunca serán agresivas –en el buen sentido- con el fin de lograr su propósito. En cambio, por más redundante que parezca mi afirmación, la maldad es agresiva, avanza, sin importarle a cuántos deja en el camino.
En la vía pública nunca he visto inscripciones o carteles que digan “Ama a tu prójimo”. Sin embargo, sobran aquellos llenos de odio. No cabe ninguna duda: con la misma mano que se puede acariciar se puede matar.
* Escritor y pedagogo.
Sobreviviente de Auschwitz.