8 mar 2015

8 MARZO DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER. "LA ÚNICA VERDAD ES LA REALIDAD"

"La única verdad es la realidad" 

Cada uno deberá hacerse cargo de la parte que le toca desde su inserción en esa parte de la realidad, que puede o no, dar cuenta de un nosotros deseado por mí. LL



Las infinitas formas en que se manifiesta la subjetividad oprimida de la mujer es mucho más compleja si se le suma la opresión de la violencia familiar y doméstica y muy agravada por diagnósticos psiquiátricos de enfermedades inexistentes.

Una amiga cada vez que le cuento alguna anécdota de una de mis nietas, pregunta:

-¿a quién sale?

y luego repite tres veces:  -¿Por qué? ¿Por qué ? ¿Por qué?

haciendo alusión a la pregunta que hacía yo ante cualquier indicación que recibía en el trabajo donde nos conocimos hace cuarenta años.

Más que amiga, Mary es madre, tía, hermana... según el momento y he llorado por temor a que la vida la lleve antes que a mí porque sin ella mi vida sería un desierto.  Nuestra amistad hace honor a la amistad, a la memoria, a la verdad y desprecio a la ausencia de justicia.  Nos unen lazos muy especiales, amiga de mi tío-padrino y su mujer,  muchos años antes que nos conociéramos, con la particularidad que él era el gerente general del lugar de trabajo mencionado, hace que la amistad se vea teñida con relatos sobre la historia de familiares de muchísimo peso en mi infancia y adolescencia y también en el comienzo de la adultez.



"Yo siempre me pregunto que cómo, cuándo y dónde"

y en lugar de: "Quizás, quizás, quizás", digo ¿Por qué?, ¿Por qué?. ¿Por qué?







“Nunca hubo para mí otra opción más que cuestionarlo todo”.  
Noam Chomsky

Mary es el único apoyo con el que cuento estando con indicación de Acompañamiento Terapéutico que PAMI no cumple hace ya tres mes recurso de amparo mediante...

Me visitaba cada diez días estando internada, se preocupó porque no me había teñido el pelo y llegó con tintura, bowl y pincel.  La afligía que no quisiera galletitas, golosinas o bebidas y ante mi mutismo, cada tanto sugería que podía hablar.

Pero eso no es nuevo, nadie me acompañó como ella frente a mi primer divorcio, en hacer frente a una enfermedad de mi hijo mayor cuando era pequeño y de mi hijo menor en la adolescencia.

Un mes atrás ella notó una mejoría en mí y desestimó la razón: me había invitado a almorzar después de acompañarme a realzar unos trámites, con sus 78 años, el bastón y un brazo con  movilidad reducida afectado por una cirugía.  Al finalizar el almuerzo le dije que no podía dimensionar lo que hacía por mí.   Mi mejoría comenzó al día siguiente del almuerzo.

Mary colabora con la comunidaD QOM que está acampando, con mujeres en condiciones de encierro en el manicomio Moyano, con el Hogar Formoseño.  Ayer no tenía tiempo para hablar por teléfono porque había recibido una donación muy grande y debía clasificar todo el material que era para enviar a niños en escuelas de Formosa.  Y hoy prosigue con la tarea, razón por la cual declinó la invitación para ir al cine.

Participó del Movimiento Social de Desmanicomialización y Transformación Institucional, al que asistía en carácter de voluntaria (la única voluntaria) en el manicomio Braulio Moyano y como ciudadana indignada con las condiciones de vida de las mujeres en situación de encierro forzado.

Redactó con otros la Ley 3328 "Ley de sangre, sus componentes y derivados", de la C.A.B.A y trabajó incansablemente para el crecimiento del proyecto "NO ME OLVIDES" creado por la Lic. Silvia Ronchieri perteneciente a la Agencia 8 de PAMI.

Como tantas mujeres oprimidas para ella la opresión devino lucha incansable, generosidad amorosa para con los demás.  Jamás caridad.

Otras mujeres... otros relatos... otras preguntas...

¿Cómo puede una mujer decir de su niña pequeña llena de vida que se esconde detrás de los sillones del café Starbucks que es impresentable?

¿Cómo puede una mujer pellizcar por debajo de la mesa a una niña que derrama una copa de agua?

¿Cómo puede una mujer no darse cuenta de la violencia y la discriminación de género, de los micromachismos que ejercita en el día a día y así cría y educa?

¿Cómo puede una mujer profesar amor incondicional a una madre que no la deseó ni supo quererla ni respetarla?

¿Por qué?, ¿Por qué?. ¿Por qué?

Tanto he preguntado que encontré senderos inimaginables tiempo antes de cuestionar lo que me hacía pregunta.

Mujer-madre-divorciada fui el único sostén afectivo y económico de mis hijos,lejos de asfixiarme no renuncié a mis derechos sin que esto indique que fue fácil u omita las tremendas adversidades a las que hice frente.

No renuncié al trabajo, a tener  una vida sexual plena ni a estudiar.

Eso que en mi fuero íntimo es motivo de orgullo, al no haberse visto coronado con un supuesto éxito esperado por unos otros que son familiares y con la condena mortífera de mi madre por mi comportamiento de mujer adulta, devino en el acceso a vivir en una cultura diferente... excluida de mi tribu...y sin sentirme desahuciada, ante el desamparo, con el nido vacío,  escapé a la locura.

Tal vez nada exprese mejor lo que conozco que la nota aparecida hoy en Página12, que "pego" al final de mis reflexiones..

A diferencia de la nota, mis preguntas acerca de la maternidad hoy cobran un sentido renovado.  

El miedo a la locura y el desconocimiento, la falta de información de parte de los psiquiatras que golpearon a mis hijos con un diagnóstico de enfermedad inexistente y sin hacer psico-educación, más los devenires de una historia con una madre que  renunció a ser mujer y tornarse madre que nunca fue madre para mí, convierte a mis hijos, adultos, hombres, que sufrieron el abandono, la violencia y el desamor de sus padres, en amenazantes sensores de mi vida y libertades en general y en particular a la libertar de elegir el tratamiento a seguir, mis preferencias y derechos.

Y en tanto madre, ellos mis hijos, son para mí motivo de inquietud por el bienestar en sus vidas, motivo de pregunta y comprensión aún sufriendo esa sensación de amenaza confesada abiertamente a ellos con un simple y doloroso: -tengo miedo de hablar.

Compartimos hace unos días nuestras vivencia frente a la violencia de género traducida en violencia doméstica con Mira Kovary, usuaria y sobreviviente de la psiquiatría que vive en Ithaca.  Y ella puso en palabras algo que yo aún no me animo aceptar.

"Habiendo vivido en el infierno aún con los hijos a la distancia y alejados, se vivencia una liberación".

Es una verdad que seguramente aplica a cualquier mujer con hijos adultos pero no puedo dejar de destacar que atravesar la locura me pone en el lugar de ser tutelada aunque no deba ser así.

La familia toda se comporta de esa forma, como si fueran curadores oficiales que no se ocupan tejiendo un vínculo con quien deben asistir para el pleno ejercicio de sus derechos y en defensa de ellos si no los pudieran ejercer (estoy desconociendo el art. 12 de la CDPD intencionalmente porque me refiero a hechos reales), sin embargo, pueden elevar la voz condenando, descalificando, humillando, desconfiando, y lo que es peor, sin tener un contacto cotidiano en el cual basar sus palabras.

Tengo hijos, nietas  madre, hermana, hermano, sobrinos, sobrina, sobrino nieto,, primas y primos, ... mi lucha será seguir levantando las banderas de los derechos de la mujer y de los derechos de la mujer con discapacidad. 

Es mi compromiso para seguir con vida después de haber intentado suicidarme y no volverme zombie, 

Resistir luchando y no ser un muerto vivo que cumple su rutina sin más, no necesito de una producción de make up artístico para salir a la calle a marchar para expresarme asfixiada de tanto deber ser. 

No necesito un disfraz para fomentar el despertar de la conciencia social, la evolución hacia una sociedad mejor. Soy testimonio y testimonio.

Lucila López

PSICOLOGIA › CONFLICTOS CON LA MATERNIDAD/PAGINA12- 8 DE MARZO 2015

Madre asfixiada

Aunque “en nuestra sociedad es frecuente la creencia de que la maternidad constituye una de las máximas vivencias de satisfacción a las que puede acceder una mujer”, la autora advierte que suele no ser así, y procura explicar por qué. Es uno de los conflictos a los que concierne el Día Internacional de la Mujer, que se celebrará el próximo domingo.
 Por Mabel Burin *

En nuestra sociedad es frecuente la creencia de que la maternidad constituye uno de las máximas vivencias de satisfacción a las que puede acceder una mujer. Es más, sigue vigente la noción de que gracias a la maternidad las mujeres adquieren la plenitud de su feminidad. Sin embargo, la experiencia nos indica que, aunque estos discursos se siguen enunciando, en la práctica no todas las mujeres se sienten de ese modo. Son muchas las que, con distintas edades y niveles económico-sociales, dan cuenta de un malestar innombrable: la frustración que sienten frente a la maternidad.
Aquellas mujeres que han tenido otras experiencias gratificantes previas al nacimiento de sus hijos, como por ejemplo viajar o tener independencia de movimientos para trabajar, se sienten frustradas debido a que para atender las necesidades de sus niños pequeños, siempre prioritarias, deben postergar sus propias necesidades a menudo hasta límites difíciles de soportar.
También encontramos mujeres que, habiendo dedicado toda su ilusión a la crianza de sus hijos, cuando ellos son más grandes y se alejan de la intimidad familiar y doméstica padecen el así llamado “síndrome del nido vacío”, con sus rasgos típicos de tristeza, sentimientos de vacío, hostilidad reprimida, etc.
Otro grupo es el formado por mujeres que han sostenido un trabajo con ritmo y continuidad durante los años de crianza de sus hijos, pero que en condiciones de crisis laboral se ven desempleadas y sin posibilidades de volver a insertarse en el mercado de trabajo. Para ellas, el vínculo con los hijos se vuelve tenso, difícil de sostener. Se sienten “asfixiadas”, sin el consiguiente aire que ofrecía salir a trabajar, y la maternidad o la vida doméstica les resultan insuficientes para satisfacer sus necesidades de contacto social, intercambio con otras personas adultas, proyectos para el futuro y retribución económica. En su mayoría perciben que están realizando un trabajo arduo, duro, cansador, para el cual no hay retribución alguna, más que una sonrisa de reconocimiento afectivo... cuando todo anda bien y es una madre que logra satisfacer las demandas de sus niños.
Bajo estas circunstancias, es clásico el conflicto de ambivalencia, que se expresa como sentimientos de culpa, autorreproches y aun autocastigos por tener pensamientos y conductas hostiles hacia los propios hijos. La decepción que resulta del balance entre la maternidad ideal y las posibilidades reales de llevarla a cabo es uno de los sentimientos más frecuentes en estos casos.
En las últimas décadas, el rol maternal ha cambiado notablemente, en parte como resultado de las necesidades socioeconómicas apremiantes, que han llevado a gran cantidad de mujeres a involucrarse activamente en el mercado de trabajo, lo cual las hizo distanciarse mucho más de lo que anteriormente constituía una maternidad ideal. También ha cambiado por efecto de la existencia de representaciones sociales más amplias acerca del lugar y papel de las mujeres en la sociedad, y esto ha impactado de manera sustancial sobre la construcción de la subjetividad femenina, al proponerle imágenes y posibilidades de realización como mujeres más allá de la esfera maternal y doméstica. Sin embargo, todavía persisten antiguos mandatos culturales, fuertemente arraigados, que insisten en que desear un hijo es parte constitutiva de la identidad femenina y esto también tiene un fuerte impacto sobre aquellas mujeres que, habiéndose dedicado principalmente a estudiar y a desarrollar una carrera laboral significativa y exitosa, al llegar a la mediana edad, si no han tenido hijos, se preguntan por el destino incierto de su feminidad. También para ellas el conflicto de ambivalencia, con su secuela característica, el sentimiento de culpa, suele acompañar este período de sus vidas.
En la actualidad, encontramos un grupo todavía pequeño pero significativo de mujeres que utilizan las nuevas tecnologías reproductivas para dar cauce a sus deseos de embarazarse y tener hijos. Algunas de estas tecnologías –encuadradas en el orden que podemos caracterizar como de “innovación disruptiva”– conmueven profundamente nuestras clásicas experiencias respecto de la maternidad y el deseo de hijos. Se trata de mujeres que conservan sus óvulos por criopreservación o por vitrificación, para poder utilizarlos en un momento ulterior. Lo llamativo es que un buen número de estas mujeres no cuentan con una pareja con la que anticipen que desplegarán sus proyectos de maternidad. Por lo general refieren haberse decepcionado de sus compañeros varones, con quienes hasta ese momento habían hecho pareja –si se trata de mujeres heterosexuales– o bien –en el caso de que sean lesbianas– de sus compañeras mujeres. Sin embargo, la decepción con el/la otro/a no las lleva a desistir de sus deseos, sino que, por el contrario, refuerzan sus proyectos recurriendo a estas técnicas novedosas. Sus dudas, temores y fantasías se refieren al modo en que organizarán una red de afectos, solidaridad y acompañamiento con otros seres queridos, que incluyen a sus familiares, amigos/as, e instituciones educativas, y no tanto a la clásica figura de la pareja conyugal-parental.
Cada vez más, afortunadamente, las mujeres se plantean interrogantes acerca de estos conflictos ante la maternidad, y buscan respuestas variadas. No se conforman con los clásicos discursos que proponían la resignación y la postergación de sus necesidades subjetivas ante estos conflictos: para ellas, la resignación no es un proyecto saludable, porque sienten que queda afectada su salud mental, propensas a padecer estados depresivos, cuadros de ansiedad, y otros estados anímicos que les promueven malestar. Además, perciben que, en tanto la maternidad es una experiencia singular y a menudo única, sin embargo también puede ser una experiencia compartida, con sus pares, con la familia, con sus maridos, aun cuando estas opciones no estén siempre disponibles. El ejercicio de la maternidad en forma exclusiva y excluyente produce vínculos materno-filiales enfermizos, que las madres suelen expresar con términos como “me siento atrapada”, “es asfixiante, inmovilizante”. A veces hasta ocurren fantasías de ejercicio de violencia sobre los niños, y esto promueve un hondo malestar en las madres, que al mismo tiempo aman profundamente a sus hijos.
Por el contrario, compartir la crianza con el padre, otros familiares o amistades e incluso con instituciones como los jardines maternales, permite la creación de vínculos más saludables entre la madre y sus hijos, ya que la hostilidad resultante de un vínculo tan único y dependiente puede quedar neutralizada y puesta en perspectiva con la ampliación hacia otros vínculos significativos. Poder compartir su experiencia maternal y el malestar derivado de ella dentro de grupos más amplios, como grupos de reflexión, grupos de autoayuda, grupos terapéuticos y otros espacios que posibiliten a estas mujeres desplegar y analizar sus experiencias e inquietudes en torno de la maternidad, contribuirá a que las mujeres-madres no se sientan tan solas ante sus dudas, contradicciones y deseos ambivalentes.
A menudo ocurre que, cuando existe un contexto conyugal, se resiente el vínculo de la pareja matrimonial cuando las mujeres, en el ejercicio de la maternidad, otorgan a sus hijos una dedicación exclusiva y excluyente. Uno de los motivos por lo que esto sucede es porque todavía existen prejuicios acerca de que la crianza de los niños, especialmente mientras son pequeños, debe estar a cargo principalmente de la madre, y sólo bajo circunstancias excepcionales podría estar a cargo del padre. Esto trae aparejado que las madres se sientan con una sobrecarga emocional, física y de responsabilidad social por la salud y bienestar de los hijos, en tanto que el padre sólo tendrá responsabilidad sobre el bienestar económico de la familia. La estricta división de roles de género, en que las mujeres deben ser las principales proveedoras de vínculos afectivos y de mantener el equilibrio y la armonía emocional de la familia, mientras que los padres deben ser los principales proveedores económicos, es fuente de malestar psíquico y de trastornos en los vínculos de la pareja. Por el contrario, la flexibilidad en el desempeño de los roles familiares y laborales, fuera de lo que se clasifique como estereotipadamente femenino o masculino, puede enriquecer los vínculos familiares y ampliar las bases de la subjetividad femenina y masculina.
Porque, en definitiva, de eso se trata: no de que las mujeres no deseen y amen a sus hijos debido a la frustración y a su malestar, sino de que las familias cambien, que también se transformen y amplíen los contextos en los cuales es posible criar a los niños, y que la experiencia maternal, paternal y conyugal contribuya a lograr una sociedad un poco más justa y más equitativa para todos.
* Doctora en psicología, directora del Programa de Género y Subjetividad de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES), Buenos Aires.